Hola, soy Karl, un hombre de 42 años que sufrió bullying nada más llegar a Almería. Antes vivía en los Países Bajos, donde todos me aceptaron. Yo iba al psicólogo, porque nací con un problema psicológico, pero en los Países Bajos pasé una infancia feliz. Tenía mis amigos, me divertía, hasta que volví, a los 15 años, a España, en 1994. Mi defecto psicológico, a causa de los malos tratos que recibí, se convirtió en una enfermedad mental. Nada más entrar al instituto, en octubre de 1994, empezó el calvario. Yo destacaba por mis idiomas: neerlandés, inglés, alemán y francés. Eso, a un grupo de estúpidos envidiosos no les gustó y al día siguiente me propinaron una paliza tremenda. Así estuvieron durante un mes. Al final, un día tuve que salir corriendo y refugiarme en el aseo. Días antes había encontrado en el patio del instituto una cuerda gruesa que se había descolgado de las canastas de baloncesto. La guardé en mi mochila como un arma de defensa, sin saber que acabaría siendo un arma letal para mí. La jauría pasó, pero yo me sentí tan mierda que preparé una horca con la cuerda, porque vi una gran argolla donde podía suicidarme. Totalmente fuera de mí, hice la horca con un coraje y un odio hacia esos jóvenes porque no quería verlos más. No pensé en mis padres y hermanos, sólo en desaparecer de la faz de la tierra. Y sin pensarlo me ahorqué, porque sabía que si seguía en el instituto me harían la vida imposible. Yo ya estaba agonizando y el director fue el que me vio. El director, con un ataque de ansiedad, me bajó, me quitó la cuerda y me dio agua y entonces volví en mí. Yo no desvelé quiénes eran los que me dieron la paliza y me decían loco, subnormal de mierda, porque sabían que me estaba viendo un psiquiatra. Pero el director no era tonto y sospechaba quiénes eran. Mis padres estaban preocupados por mí y me quitaron del instituto. Desde entonces, y por miedo, no he pisado ninguna otra aula.
No sé cómo hoy en día pueden no sólo hacerse daño unos a otros sino además grabarlo con los móviles. En 1994 todo eran palizas, insultos… Ahora encima te graban con el móvil y nadie te ayuda. La juventud de ahora me parece muy corrompida, y la de antes era analfabeta y envidiosa. Yo quería hacer amigos, como cualquier quinceañero, pero no fui aceptado y fui agredido. A mi sobrina, que tiene ahora 18 años, le he inculcado que no se deje maltratar por nadie. Yo ahora mismo tengo un diagnóstico de trastorno bipolar de la personalidad, todo por lo sufrido estos 27 años. Pero me he superado en muchas ocasiones, haciendo cursos y conociendo gente en esos cursos. Ya no tengo miedo, pero a veces me rompo, recordando esos insultos y las palizas por ser enfermo mental.
¡Basta ya!
Escribo esto para concienciar a los jóvenes víctimas de bullying de que no hay que rendirse ante esos cobardes, que son sólo unos envidiosos y lo pagan con el más débil.
¡Y no al suicidio, por favor! Aún recuerdo la horca y me dan ganas de vomitar.
Esta es mi historia, para concienciar sobre el acoso escolar.
Un abrazo muy grande.
Karl